Tras la bendita lluvia que ha limpiado el aire, ha hecho reverdecer el campo y renacer los arroyos de las Sierras, el sábado amaneció radiante de sol. Nos reunimos con Jose, nuestro guía para una nueva ruta, esta vez por los impresionantes barrancos de Despeñaperros.
El camino asciende serpenteando junto al arroyo de Valdeazores, entre pinos, encinas y alcornoques, el bosque mediterráneo de Sierra Morena. Nos sorprende un castañar, tan poco habitual en nuestros parajes del sur… las enormes siluetas de los árboles, ahora desnudos, acompañan nuestro caminar sobre una alfombra de hierba y musgo, salpicada de narcisos amarillos. Ya en lo alto de los cerros nos acercamos al castillo de Castro Ferral y desde sus nobles ruinas la vista se ensancha sobre lomas cubiertas de pinos y olivares, hasta las lejanas montañas de Sierra Mágina y la Sierra Sur… los campos de Jaén.
Dejando atrás el collado de la Aviación, el paisaje desde el mirador nos sobrecoge: riscos afilados que sobrevuela una pareja de buitres, peñascos verticales como tubos de metal a los que alguien llamó “los Órganos”… el tremendo desfiladero sobre el río Despeñaperros, el paso imposible que, a pesar de todo, atraviesa la autovía que une Andalucía con la Mancha… En este paraje, la naturaleza salvaje y las formaciones geológicas más espectaculares se unen a las obras de ingeniería más audaces, los abrigos que alojaron a nuestros antepasados primitivos se juntan con los lugares donde se libraron batallas que marcaron el curso de la Historia. Es la Puerta de Andalucía, pero también es mucho más: un lugar emblemático que nos enseña quienes fuimos y quienes somos, y nos cuestiona sobre quiénes queremos ser.
(Texto por Carmen Cano)

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