El viernes pasado se inauguró la exposición “Acuarelas y retratos”, del pintor Adolfo Malpartida de Torres, que estará en las instalaciones del Club de Campo hasta el 9 de enero.

El salón de verano del Club, ese magnífico espacio, lleno de luz y abierto al paisaje de Jaén, se abre también así a la voz de nuestros artistas, a esos paisanos nuestros que tienen algo que decir, y nos lo cuentan a través del arte. Porque los pintores, nos enseñan a ver, nos desatan la mirada. Y en sus obras nos hablan también de su mundo interior, de su forma de interpretar la realidad, de sus sentimientos, sus emociones; y suscitan en el espectador que los contempla sus propias emociones. Esta exposición, que esperamos sea la primera de otras muchas, nos muestra el estilo propio de un artista enamorado de Jaén, y ese amor se refleja en su pintura.

Tras la presentación por parte de Francisco Luque, presidente del Club, el autor nos contó su trayectoria profesional, nos habló de su primera etapa de formación autodidacta, animado por las recomendaciones de una amiga pintora, Mª Jesús Trías; de su búsqueda para desarrollar una vocación que sentía desde niño; de cómo llegó a Jaén, en 1985, y de sus maestros de aquí, por los que expresó su gran respeto y gratitud: Francisco Quero y Toñi Moreno, David Padilla, Nicolás Angulo…; y, finalmente, de su aprendizaje en la academia de arte de Francisco Carrillo, donde continúa formándose y mejorando.

La muestra que Adolfo Malpartida nos ofrece en esta exposición es una selección de sus obras de los últimos años: Acuarelas y retratos. En sus cuadros vemos que se funde la influencia de los grandes pintores que fueron sus maestros durante su etapa autodidacta, y el perfeccionamiento de la técnica que va adquiriendo con sus profesores. Pero su estilo es propio. Como todo artista nos quiere contar algo, nos quiere enseñar a ver la belleza que nos rodea. Entre sus cuadros, junto a los retratos y otros paisajes, destacan los motivos propios de nuestro Jaén, que muchas veces miramos sin ver, y que Adolfo nos pone de manifiesto, como esas piedras de cantera, o la blancura del lavadero de la Fuente de la Peña, o los vareadores en medio de la atmósfera y la luz de esos días de invierno en los olivares, que todos tenemos en la memoria y en el corazón.
Fue un acto entrañable y muy emotivo. La sonrisa del pintor que nos muestra lo que él es capaz de contemplar a su manera, nos habla también de la satisfacción de un artista que ha sabido desarrollar su vocación y que continúa aprendiendo, con la misma inquietud y entusiasmo de siempre.

Enhorabuena y gracias, Adolfo. El éxito es esto.

(Redacción: Carmen Cano)

 

 

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